EL VIEJO BARRIO EL PRADO, UN MODELO DE URBANISMO.
Barranquilla no sólo fue pionera de grandes acontecimientos en Colombia, tales como la puesta en antena de la primera señal de radio, o del vuelo del avión que inauguró la aviación comercial en el país.
Inclusive, la imponencia y riqueza de su arquitectura no sólo hizo historia a nivel nacional, sino internacional, con relación a otros países de América Latina.
Fue un barrio situado en un lugar fresco, de calles anchas y modernas, con reglamentos restrictivos, de manera que se conservara la uniformidad en el orden y la belleza de las construcciones.
Pero la historia del barrio El Prado se remonta en los comienzos del año 1900, cuando los señores Benjamín T. Senior y José Fuenmayor Reyes, compraron unos predios rurales en el noroeste de la ciudad con el fin de acondicionar una hacienda ganadera.
El predio fue bautizado sin más preámbulos como El Prado, y en breve comenzó a llamar la atención por las amplias avenidas para conducir el ganado a las distintas divisiones y especialmente por la comodidad de la casa de campo que allí construyeron.
En menos de un lustro el lugar adquirió prestancia económica, a tal punto que su actividad se centró en el levante de ganado para exportarlo a la isla de Cuba.
En 1904 Senior y Fuenmayor recibieron una oferta de don Manuel J. De la Rosa, quien quería adquirir la hacienda. La negociación fue cerrada y el nuevo propietario inició una etapa de reformas: Instaló un molino de viento y diversificó la producción con la puesta en marcha de una trituradora de piedra y la explotación de cal. Igualmente comenzó el funcionamiento de un taller de herrería y otro para la ornamentación de interiores.
La casa de campo de la finca también fue sometida a reestructuraciones y sus comodidades fueron ampliadas.
Debido a este empuje en 1918 Manuel J. De la Rosa conoció al ciudadano norteamericano Karl Calvin Parrish.
Tan pronto el extranjero conoció los terrenos de El Prado, le propuso a De La Rosa la construcción de la obra urbanística.
A finales de ese mismo año regresó con su familia, compuesta por su esposa Blanche, sus hijos Karl y Jane, su señora madre misis Enmos, y quien sería su mano derecha en la ambicionada obra, el ingeniero Roy F. Wyrick, especialista proyectista de parque y urbanizaciones.
La familia Parrish ocupó desde entonces la vieja casa de campo y desde allí comenzó a diseñarse los planos iniciales de lo que habría de ser en poco tiempo la primera y mejor organizada urbanización de Barranquilla.
El 12 de marzo de 1920 se constituyó formalmente por escritura pública la Compañía Urbanizadora de El Prado. La empresa envió al Concejo de Barranquilla todas las especificaciones y la demostración de la primera cuadra de la proyectada urbanización, debidamente pavimentada con cunetas y andenes.
No faltaron algunas objeciones al hecho de que las calles y avenidas no tenían la rectitud que entonces se consideraban indispensables, pero de convencer a los críticos se encargó el ingeniero Wyrick, quien argumentó que ello era necesario por la conveniencia de los drenajes y la dirección de los vientos. Esto ya se venía haciendo en ciudades nuevas de California.
Cuando se dio apertura a las calles y construcciones de bordillos, andenes de cemento, pavimentación y zonas verdes, se vinculó a la obra personal criollo compuesto por Víctor Sojo Carmona, ingeniero del Municipio; Luis Carlos Baena, Antonio Moreno Vives, Ernesto Thevein y Federico Prieto. También estuvo el ingeniero australiano Noel Parsins.
Cuando la urbanización comenzó a tomar forma en su conjunto, las familias que estaban en condiciones económicas de adquirir un predio comenzaron a invertir para apartarse un tanto del calor y del mundanal ruido del centro de la ciudad.
El equipo de trabajo funcionaba coordinadamente: Karl C. Parrish dirigía la parte técnica de la urbanización en su condición de ingeniero, y la parte comercial estaba a cargo de Manuel J. De la Rosa, Enrique A. De la Rosa, Gonzalo Galofre, Marco T. Mendoza Amarís y Pedro Otero.
A pesar de que todo marchaba sobre ruedas, el aspecto de los servicios públicos se convertía en la piedra en el zapato para la naciente empresa urbanística. El abastecimiento de agua, por ejemplo, se solucionó con la perforación de varios pozos, pero el sistema era transitorio porque su generalización afectaba el propio ensanche de la urbanización.
En cuanto a la energía eléctrica, la compañía de ese entonces no podía ser suficiente, porque estaba sintiendo la crisis de la primera posguerra mundial.
Entonces se le encomendó al ingeniero mecánico Harry M. Gilbert el montaje de pequeñas plantas eléctricas paras las nuevas residencias, combinando el servicio de agua con el de la luz, Entre tanto la Compañía El Prado continuaba haciendo gestiones con el Acueducto para conseguir abundante provisión de agua, para lo cual se instalaron bombas y se construyó un tanque elevado de 20 metros de altura en el que era uno de los puntos más altos de la urbanización, los alrededores del actual edificio de Bellas Artes, Sin embargo, todas estas medidas eran paños tibios que no superaban las necesidades del cada vez más creciente Prado.
Karl C. Parrish planteó entonces la necesidad de un plan macro de mejoramiento de los servicios para toda la ciudad, pero que contaba con otro obstáculo: las menguadas finanzas municipales.
Para buscar la solución definitiva propuso viajar a Estados Unidos a buscar la financiación con banqueros americanos.
La primera empresa que se interesó en la propuesta de Parrish fue la Watkins Co. de Nueva York, pero su representante Eral Harding no dio el visto bueno.
Luego apareció una firma constructora de St Louis que rindió un informe favorable y e sto sirvió para que Parrish vinculara también a The Central Trust una entidad bancaria de Chicago.
Con la vinculación de estas dos entidades financieras se dio el primer gran paso para que el municipio de Barranquilla tuviera una base fundamental, sobre la cual habría de levantarse la estructura de su progreso y engrandecimiento ya que surgieron las Empresas Públicas Municipales, por muchos años orgullo de la ciudad. En este momento se produjo la llegada de Samuel Hollopeter, ingeniero estadounidense que administró la entidad.
POR: ROBERTO LLANOS/ EL TIEMPO/ 7 ABRIL 1997
http://www.eltiempo.com/archivo/documento-2013/MAM-528411
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