domingo, 16 de noviembre de 2014

monumental / sutil




El monumento funerario inaugurado en Notre-Dame-de-Lorette para rendir homenaje a los 579.606 hombres caídos en esa zona del norte de Francia durante la Primera Guerra, para mi da a entender una advertencia, es un hueco en el paisaje de la región minera de Pas-de-Calais, una de las más azotadas durante esa contienda por concentrar, precisamente, el 50 % de la producción francesa de carbón.

El arquitecto Philipe Prost ganó un concurso en el que se pedía simbolismo y sutileza, contundencia y reconciliación para evocar el recuerdo de una catástrofe en la que Francia perdió a 1,4 millones de los 40 habitantes que tenía en 1914.  
Prost dibujó una circunferencia rodeando el paisaje, una cinta oscura en torno a un vacío. Así, marcó el lugar y luego, en la relación más cercana de la fachada interior, la ornamentó. 
El interior del aro tiene inscritos los nombres de los 579.606 muertos que cayeron en esa zona ordenados alfabéticamente. En las chapas metálicas doradas que forran esa fachada interna del monumento están horadados los nombres de todos -voluntarios británicos y canadienses, soldados alemanes y franceses- los que perdieron allí la vida durante la Gran Guerra.
Las autoridades de la región han dedicado 8 millones de euros de su presupuesto para hermanar a todos esos hombres que murieron. También para recordar a los presentes los peligros de una guerra.
No es esta la primera vez que se recurre al nombre individual de las personas para recordarlo ya que Maya Lin lo hizo en el Memorial de Vietnam que levantó en Washington en 1982.
El trabajo de François Hollande, Angela Merkel y David Cameron cumple lo que justifica la razón de ser de un monumento funerario: molesta con una ausencia al ser algo tan sutil, y obliga al visitante a pensar.
Prost recuerda que buscó enlazar la expresión de la paz y la forma de la hermandad (aunque se trata claro está de una hermandad póstuma). El resultado es un espacio público capaz de acoger a todos y suficientemente abstracto como para no molestar a nadie. Es, así, un monumento fruto del tiempo, una época paradójica en la que la saturación formal, o la flaqueza de tantas buenas intenciones, han hecho que lo sutil sea casi lo único capaz de ser rotundo.

personalmente me parece un monumento sumamente hermoso, no solo es sutil, a mi parecer destaca delicadeza, fragilidad y elegancia, te inspira, y es un gran ejemplo de simbolismo arquitectónico y de arte, es simple, pero destaca, se puede apreciar la armonía, y lo que se pretendía destacar.

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